jueves, 14 de abril de 2016

El pueblo Rrom o Gitano de Colombia: Una lucha por el reconocimiento cultural y político

Los primeros gitanos que llegaron a Colombia, posiblemente en el siglo XVII, lo hicieron como víctimas de la persecución simultánea que sufrieron en Europa desde el siglo XVI. Una constante que permaneció en el tiempo, se agravó en la Segunda Guerra Mundial y a pesar de los espacios ganados continúa hasta nuestros días. Hablar una lengua distinta, universal, (el romanés o romaní valaco en el caso colombiano) y regirse por otras normas culturales y legislativas (la kriss romaní, impartida por ancianos gitanos) convierte a esta minoría étnica en el pueblo más desconocido de la sociedad colombiana. El pueblo Rrom siempre ha sido reacio a los censos poblacionales, lo que obedece a una estrategia de supervivencia que los hace preferir mantenerse invisibles. Sin embargo, y de acuerdo al censo realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia (DANE) durante el 2005, los gitanos sumaron alrededor de 5000, o sea, un 0.01% de la población del país. En la actualidad se estima una cifra cercana a los 6000. Un porcentaje mínimo comparado con el de otras minorías étnicas reconocidas a partir de la Constitución de 1991: los pueblos indígenas suponen un 3,3% de la población, y los afrocolombianos ascienden a 10,5%, aproximadamente. Un poco de historia La diáspora gitana llegó a Colombia, por primera vez, en la época de la colonia a los departamentos de Chocó y Antioquia, regiones desde la que se dispersó a otras zonas del país. El segundo grupo llegó en el siglo XIX en el auge de la república y, finalmente, una tercera ola migratoria llegó a mediados del siglo XX como consecuencia de la persecución Nazi, durante la Segunda Guerra Mundial. Estos gitanos conformaron caravanas que iban de un lugar a otro por todo el país llevando sus tradiciones. No obstante, el recrudecimiento del conflicto armado en las décadas 80 y 90, los obligó al sedentarismo urbano y a organizarse en kumpañy (compañías) ubicadas en varios departamentos como Cúcuta (en Norte de Santander), Girón (Santander), Sampués (Sucre), Sabanalarga (Atlántico), Sahagún y San Pelayo (Córdoba), Envigado (Antioquia), Ibagué y Ataco (Tolima), Bogotá (Cundinamarca), y varias partes de Nariño en las que aún se conserva alguna tradición de nomadismo. Aunque los Rrom han optado por mantenerse al margen de las civilizaciones de Oriente y Occidente para preservar su identidad y las costumbres de una cultura milenaria, como muchas de las minorías étnicas del país y del continente, adolecen de las necesidades para las que no son autosuficientes como empleo, salud integral y una educación incluyente que se adapte a su estructura cultural. Una invisibilidad de doble cara “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos”. En Cien años de soledad los gitanos llevaron a Macondo la alquimia, el imán, la lupa, el daguerrotipo y el hielo, este último pasaría a la historia de Colombia como el recuerdo más importante en la vida del Coronel Aureliano Buendía. Pero más allá de la literatura, tan real como la vida misma, en la que sí se le ha dado un lugar al pueblo Rrom, los gitanos que arribaron a Colombia también trajeron consigo un acervo cultural tan vasto que comprende desde música, danza, gastronomía y lengua hasta oficios como la crianza de caballos, el trabajo de los metales y de los textiles. Todo esto invisible para la mayoría de la sociedad colombiana. No obstante, la invisibilidad del pueblo Rrom también fue consentida por sus integrantes como una forma de salvaguardar sus tradiciones y de escapar al conflicto armado que interrumpió su nomadismo y jamás ha encajado en su modelo de sociedad pacifista. Si bien, dentro de la comunidad gitana hay conflictos, estos se gestionan de acuerdo a una forma de jurisdicción ancestral que implica un diálogo con las partes en disputa y los ancianos consejeros. Todo esto es relevante a la hora de comprender las diferencias culturales entre los gitanos y el statu quo de la sociedad colombiana, puesto que el pueblo Rrom está totalmente en contra de cualquier acción bélica, incluyendo la guerra y el servicio militar. Aunque consentida, la invisibilidad del pueblo gitano también se ha enmarcado en un proceso de indiferencia y exclusión social que dilató su reconocimiento como sujetos de derechos. Por esto, la búsqueda de los gitanos por ser considerados patrimonio nacional de Colombia incluye la exigencia de un reconocimiento estatal que los proteja de cualquier tipo de violencia con garantías que les permitan desarrollarse como una cultura diferenciada. La lucha por el reconocimiento cultural y político Aunque existe el reconocimiento de las minorías étnicas y sus derechos en la Constitución Política de 1991, los Rrom no han logrado los mismos resultados en sus reivindicaciones culturales, sociales, políticas y económicas que, de algún modo, si han logrado algunas comunidades indígenas y afrocolombianas. En este difícil contexto surgen, durante la década del 80, las primeras manifestaciones de protesta y organización, lo que dio como resultado en los años 90 la creación en del Proceso Organizativo del Pueblo Rrom de Colombia – PROROM– y la Unión Romaní. Los gitanos de Colombia ya no son el Melquíades y compañía que creó García Márquez en Cien años de soledad, ahora tienen nombre y son un pueblo que sigue luchando por un reconocimiento total de su identidad y, aunque los Rrom todavía no son reconocidos como patrimonio, el Estado los identifica como etnia y por tanto debe proporcionarles las condiciones para su conservación, entre ellas: la celebración de sus fechas históricas (8 de abril, Día Internacional del Pueblo Rrom), reconocimiento de sus símbolos: (una bandera diferente a la colombiana, de dos franjas horizontales: una azul, que representa el cielo, y otra verde, la tierra, el camino. En la mitad una rueda de carreta de color rojo que simboliza la libertad), un himno (Gelem Gelem); acceso a la salud, a políticas de vivienda, a una vida digna y a una educación que incluya el aprendizaje y permanencia de su lengua. Una de las ganancias de esta lucha, quizá la más importante hasta ahora es el Decreto 4634 de 2011 “por el cual se dictan medidas de Asistencia, Atención, Reparación Integral y Restitución de Tierras a las víctimas pertenecientes al pueblo Rrom o Gitano”. Además de esto, entre las exenciones que reconoce el Ministerio del Interior para los Rrom está también que sus jóvenes no presten servicio militar, pues esto atenta contra su código cultural. Todo esto significó un primer paso hacia un verdadero reconocimiento estatal que garantice la permanencia de la cultura gitana como patrimonio nacional de Colombia. Sin embargo, la lucha de este pueblo de todas partes continúa aquí y allá. Gelem, gelem lungone dromensar (Anduve, anduve por largos caminos). Fuente. /pacocol.org/